domingo, 30 de octubre de 2011

La Guerra de los Mil Días


fue una guerra civil que asoló a la República de Colombia y a Panamá (que en ese entonces era un Departamento de Colombia), entre 1899 y 1902 . Tuvo como resultado la victoria del gobierno y la posterior separación de Panamá en 1903. El conflicto enfrentó a miembros del Gran Partido Liberal Colombiano contra el gobierno detentado por una fracción del Partido Conservador, llamada Nacional, y brevemente en cabeza del presidente Manuel Antonio Sanclemente. El brusco cambio provocado por la derrocación de la Constitución de Rionegro de 1863 (que estableció un sistema federal) por la centralista Constitución de Colombia de 1886 (establecida bajo el mandato de Rafael Núñez) además de los violentos intentos de cooptación de los conservadores, como los intereses liberales de retomar el poder, provocó la violenta respuesta del bando liberal.
Luego de que Sanclemente tuviera que delegar el poder al vicepresidente Marroquín por dificultades de la salud , Marroquin, el cual era más cercano al bando histórico de los conservadores, asumió la presidencia.



Inicio de la guerra

Departamentos de Colombia al finalizar el siglo XIX

Niños soldados en Panamá, 1899Luego de que Sanclemente tuviera que delegar el poder al vicepresidente Marroquín por dificultades de la salud , Marroquín, el cual era más cercano al bando histórico de los conservadores, asumió la presidencia. Lo que dio un vacío de poder que desembocó propiamente en la guerra que se inició con el asalto por parte de liberales mal organizados a la ciudad de Bucaramanga, lo cual provocó la respuesta del gobierno central. Aprovechando el aparato del estado, las comunicaciones y el contar con un ejército regular organizado y financiado, los conservadores siempre se enfrentaron en superioridad de condiciones a los liberales. A estos últimos se les dificultó el crear fuerzas regulares salvo en los departamentos de Santander y Panamá, donde sí lograron mantener enfrentamientos regulares.



Las batallas de Peralonso y de Palonegro


Reclutamiento de campesinos en Bogotá, 1900

Banquete con oficiales y soldados conservadores, c. 1899Las primeras derrotas militares para el bando liberal comenzaron días más tarde de haber iniciado la guerra en la batalla de los Obispos en el Río Magdalena el 24 de octubre de 1899. Pero el sector conservador, también se vio envuelto en problemas bastante delicados. Estos últimos se dividieron entre Históricos y Nacionalistas en un frenético intento de poner el país en orden . Los primeros lograron derrocar al presidente Sanclemente para colocar a su sucesor José Manuel Marroquín. Por su parte los liberales nombraron presidente del país a Gabriel Vargas Santos para que opacara a los mandatarios constitucionales del sector conservador.



Conforme al avance de la guerra, ésta tomó un giro más represivo y cruel, incluso la población se dividió para tomar parte en cada bando de un modo más fanático, pese a los esfuerzos de cada partido por obtener victorias que luego serían ilusorias. Sin duda, las batallas de Peralonso y de Palonegro (Santander) pusieron al país en su lugar en cuanto a la magnitud de los daños que dejaba la guerra. En la primera, los liberales obtendrían su última victoria de manos de Rafael Uribe Uribe. En Palonegro (25 de mayo de 1900) los conservadores detuvieron a sus enemigos forzándolos a un combate de desgaste, seguidos por el sitio a la ciudad de Cúcuta.



Hacia el final 
   

Ramón "El Negro" Marín, general liberal del Tolima Con Palonegro, la guerra se volvió un conflicto sin sentido y carente de significado para los partidos . Los liberales aguantaban desesperadamente ante las escasas ayudas de otros países, al tiempo que el propio partido se dividía entre Pacifistas y Belicistas. Los conservadores Nacionales pronto comprendieron que lo mejor era detener la guerra, que ya por entonces se centraba en Panamá y la costa del Mar Caribe.



Con esa decisión, se evitó internacionalizar la guerra (en Venezuela se trataba de provocar un conflicto abierto a través de su presidente Cipriano Castro quién apoyaba a Uribe Uribe para colocarlo en el poder). Las tropas de Marroquín lograron cortar la ayuda venezolana a los liberales (29 de julio de 1901), quienes fueron derrotados por el general conservador Juan Tovar. El general Uribe se vio entonces obligado a rendirse, pero con algunas condiciones.



Los Tratados de Neerlandia y Wisconsin


 

Hundimiento del barco Lautaro en Panamá, 1902Los tratados de paz se firmaron en la hacienda Neerlandia (en la zona bananera del Magdalena, cerca a Ciénaga), el 24 de octubre de 1902, pese a que los combates duraron hasta noviembre de ese año en Panamá desde finales de 1901 entre los navíos Almirante Padilla (liberales) y el Lautaro (de propiedad chilena, expropiado por los conservadores), del cual fueron derrotados frente a la ciudad de Panamá el 20 de enero de 1902. Con la muerte del general Carlos Albán, que viajaba en el Lautaro, el istmo de Panamá queda sin representante, siendo nombrado Arístides Arjona.



Más tarde vino la constante amenaza de la marina estadounidense enviada por el gobierno de Theodore Roosevelt para proteger los futuros intereses en la construcción del canal de Panamá. Los liberales de Benjamín Herrera depusieron las armas sin combatir la amenaza exterior.



El tratado de paz definitivo se dio lugar en el acorazado estadounidense Wisconsin el 21 de noviembre de 1902, en donde, por una parte, el general Lucas Caballero Barrera, en calidad de jefe de Estado Mayor del ejército unido del Cauca y Panamá, junto con el coronel Eusebio A. Morales, secretario de Hacienda de la dirección de guerra del Cauca y Panamá, en representación del general Benjamín Herrera y del partido liberal; y por otra, el general Víctor Manuel Salazar, gobernador del departamento de Panamá y el general Alfredo Vázquez Cobo, jefe de Estado Mayor del ejército conservador en la Costa Atlántica, el Pacífico y Panamá, firmaron en representación del gobierno.

Consecuencias de la Guerra
Firma del tratado de Wisconsin, 1902Después de la guerra, Colombia quedó totalmente devastada en todos los aspectos: la crisis económica de la preguerra se agravó con la separación de Panamá el 3 de noviembre de 1903. Ante el rechazo del Tratado Herrán-Hay por parte del congreso colombiano, los panameños impulsaron sus viejas intenciones de separarse y con el apoyo militar y político de los Estados Unidos declararon su independencia el 3 de noviembre de 1903. Unos días después, el gobierno y congreso panameño concedieron a los Estados Unidos, a través del tratado Hay-Bunau-Varilla, el control a perpetuidad de la zona del canal, el cual se mantuvo hasta el cumplimiento de los Tratados Torrijos Carter.

Por otro lado, Estados Unidos normalizó sus relaciones con Colombia, por medio de un tratado Urrutia-Thomson, firmado en abril de 1914 durante el gobierno de Carlos E. Restrepo. En este tratado, Colombia reconoció la separación de Panamá y fijó límites con el mismo. Por su parte, Estados Unidos se comprometió a pagar 25 millones de dólares a Colombia como indemnización por haber influido en la separación.

Al país le costó proteger el delicado equilibrio de paz durante aproximadamente 45 años hasta que la violencia bipartidista hizo que las tensiones se salieran de control hasta 1958 (por el pacto del Frente Nacional) y el cual fue el precedente del actual conflicto armado de la segunda mitad del siglo XX y comienzos del siglo XXI.

Firma del Tratado que puso fin a la guerra de los Mil Días. 


El Tratado del Wisconsin es el documento con el que oficialmente se pone fin a la guerra civil en Colombia, que se inició el 17 de agosto de 1899, conflicto que hoy se conoce como la guerra de los Mil Días.
Después de la efímera victoria de Peralonso, en que las fuerzas liberales retomaron el brío perdido en la batalla de Bucaramanga, el liberalismo no volvió a conocer de victorias que hubieran podido cambiarle el curso a la guerra. En el centro del país los grandes ejércitos se esfumaron quedando, en el mejor de los casos, conformados por una sumatoria de guerrillas, con la cuota de desorden y brutalidad que esto implicaba. El apoyo de Cipriano Castro (presidente de Venezuela) y Eloy Alfaro (presidente del Ecuador) no fue suficiente para evitar una consistente pérdida de batallas por parte del liberalismo. En la frontera sur fue imposible consolidar una fuerza operativa que pudiera dominar ese estratégico espacio, y en el norte el general Rafael Uribe Uribe no logró recoger más que derrotas. Sólo en Panamá, a donde el general Benjamín Herrera se había trasladado con una importante unidad naval, el Almirante Padilla, y con un número significativo de hombres y fogueados generales que habían hecho campaña en los departamentos de Cundinamarca y Tolima, el liberalismo aparecía triunfante.
 Las fuerzas del general Herrera contaron con el apoyo decisivo que le dieron los aborígenes del Istmo comandados por Victoriano Lorenzo. Herrera combatió desde las Bocas del Toro hasta las goteras de la ciudad de Panamá, logrando arrinconar a los conservadores detrás de sus murallas, donde recibieron el amparo de los cañones de los barcos y de los fusiles de los marines estadounidenses apostados en la vía férrea que unía los dos océanos.



Pero mientras la suerte acompañaba a Benjamín Herrera, en el centro del país el desánimo liberal cundía, al punto que el general Uribe Uribe decidió buscar la paz por medio de un tratado. Su firma, el 24 de octubre de 1902 en la finca Neerlandia, de donde toma su nombre, induce a Benjamín Herrera a pensar en una fórmula similar. El Tratado de Neerlandia, los cañones estadounidenses apuntados hacia los puertos y la amenaza de su intervención directa llevan al general Herrera a aceptar el ofrecimiento de los norteamericanos para que en su buque insignia, el Wisconsin, fondeado en el puerto de Ciudad de Panamá, se reúnan las comisiones de las fuerzas beligerantes para acordar un tratado de paz. Allí durante varios días se reúnen las comisiones respectivas y el 21 de noviembre de 1902, los conservadores Víctor M. Salazar y Alfredo Vázquez Cobo y los liberales Lucas Caballero y Eusebio Morales firman un acuerdo que, ratificado respectivamente por sus jefes Nicolás Perdomo, ministro de Gobierno, y Benjamín Herrera, director de la guerra en Cauca y Panamá, pone fin al conflicto (ver Credencial Historia Nº 7, julio de 1990).



No hubo brindis fuera del celebrado por firmantes y anfitriones. Al resto del país la noticia llegó tarde. Panamá estaba demasiado lejos, y en el interior del país el telégrafo escaso e interrumpido en muchos sitios dejaba las comunicaciones en manos de los estafetas y los comerciantes trashumantes. Los telegramas de la Dirección liberal informando del hecho y ordenando la presentación a las guarniciones conservadoras de las fuerzas que aún combatían, así como los avisos pegados por el gobierno en las plazas de los pueblos, llegaron y se aplicaron de manera desacompasada, por lo que el Tratado del Wisconsin, con el que oficialmente se puso fin a la guerra, no logró concluir de un tajo con ella; ésta se fue extinguiendo paulatinamente.
papel que ocupaba la mujer
 

 en esta estapa de la guerra civil donde se convina la guerra regular y la guerra de guerrillas, la participacion de las mujeres toma vital importancia como factor de apoyo logistico y de servicios basicos de supervivencia estas sufridad y valientes mujeres calificadas con el apoyo de " las juanas las cholas o las robonas"cuando la guerra civil se recrudecio muchas mujeres marcharon a la retaguardia de las tropas guerrilleras irregulales y otras al frente de batalla, motivadas en mayor parate por seguir al hombre que amaban o para no sentirse abandonadas en el hogar. 
Nunca se integraron en calidad de militares, salvo algunas excepciones notables como María Martínez de Nisser, una señora que se alisto durante la revolución de 1841, o la negra Dolores, afamada lancera caucana que llegó hasta Bogotá con las fuerzas de Mosquera en 1861. Por el contrario, en la medida en que los ejércitos se fueron haciendo más profesionales y disciplinados, las "voluntarias" fueron puestas de lado, sin desaparecer del todo. 
Las fuerzas femeninas alcanzaron su momento estelar levantándose en contra del Decreto Orgánico de Instrucción Pública expedido en 1870, que establecía la enseñanza pública y obligatoria "religiosamente neutral". Incitadas por el clero, las mujeres se opusieron de muchas maneras al ambicioso proyecto educativo radical: se negaron a matricular los hijos, suscribieron protestas, hostilizaron a los profesores extranjeros, hicieron colectas y donaciones para fundar colegios católicos, en una actitud de rechazo que constituyó, aunque no lo percibieran, la primera actuación política de esa parte de la población hasta entonces relegada de los asuntos nacionales.

Sin haber soñado siquiera con acceder a ningún derecho ciudadano, ellas constataron que podían constituir una fuerza de presión, y al margen de las decisiones oficiales, en la recámara, en el costurero, en la trastienda o en el atrio, excitadas por el llamado de la jerarquía eclesiástica se volvieron rabiosamente políticas; los radicales acusaron a los curas de la politización de sus mujeres, los padres censuraron a los maridos por no saberlas contener, y cuando ellas tímidamente se atrevieron a expresar sus preferencias, los maridos se quejaron de sus consortes por opinadoras y desobedientes. Y ¡quien lo creyera!, don Miguel Antonio Caro, el ultra tradicionista, apoyaba tal rebelión, siempre y cuando ellas se pusieran "...con entusiasmo y con energía, al lado de los defensores de la Iglesia".

Esas mujeres que de alguna forma habían elaborado su discurso, que tenían partido y bandera, no permanecieron pasivas ante la tensión política de la última década del siglo, y cuando los estridentes clarines revolucionarios se oyeron en octubre de 1899, ya estaban listas para cambiar o resistir y lo hicieron de múltiples maneras.

Muchos fueron sus roles en esa contienda: las que marcharon con su marido porque temían el desamparo, el abandono, las represalias y el riesgo de quedarse solas; las que asumieron la aventura para seguir al amante, las que ofrecieron apoyo económico y logístico, las que organizaron redes de postas y de espías (que las hubo de todos los rangos sociales), las que convirtieron su casa en hospital de sangre, las que animaron a sus hombres y se resignaron a verlos partir y, finalmente, aquellas que se enrolaron en las fuerzas contenedoras con la esperanza de recibir un arma, ser llamadas a combate y entrar en acción.

Algunos documentos, como partidas de gastos o informes de tropa, indican que los ejércitos del gobierno llevaban mujeres encargadas de cocinar y lavar, cuya ayuda en las batallas era abrir las cajas de municiones, repartirlas, dar auxilio a los heridos y suministrar agua a los soldados; en la emoción del combate algunas recogían las armas y terminaban combatiendo. En las fuerzas revolucionarias, siempre necesitadas de gente dispuesta a la lucha, las mujeres encontraron mayor campo de acción y trascendiendo las tareas de apoyo logístico fueron aceptadas como combatientes; en esa condición hicieron la carrera militar desde soldados hasta capitanas, que fue el grado más alto que se confirió a las mujeres.

Rastreando cuidadosamente los expedientes conformados por algunas mujeres que pelearon en la guerra de los mil días y después de 1937 pidieron ser escalafonadas para recibir las recompensas establecidas en ese año para los veteranos, salen del olvido motivaciones, logros y fracasos; sus relatos comienzan con las razones que las indujeron a participar en la guerra, se mencionan los jefes y batallones a los que pertenecieron, los servicios prestados a la causa, los grados militares y las circunstancias en que les fueron concedidos.

Algunas de ellas extienden un poco más su relato y dejan saber cómo los azares de la guerra incidieron en su vida y cuál fue la suerte de sus hijos en esos tres años de lucha en que muchos niños nacieron, se criaron o murieron, sin más protección que el pañolón materno.


1 comentario:

  1. QUIÉN FUE EL CORONEL jOSÉ fRANCISCO vELA Y tORO EN LA GUERRA DE LOS MIL DIAS, EN EL dEPARTAMENTO DE nARIÑO.

    ResponderEliminar